El fútbol es el deporte rey en España, y no solamente el de alto rendimiento sino también en categorías inferiores.
Las licencias federativas solo en la Comunidad Valenciana se cuentan por miles, y esto implica que en los equipos de competición van a haber descartes, suplencias, pocos minutos disputados…por parte de muchos jugadores.
En los equipos sociales donde hay reparto de minutos, no se dan estas situaciones pero, insisto en los de competición sí, y esto genera frustración y desasosiego en los chavales.
Tras mucho analizarlo, no hay culpables, es decir no se puede señalar ni a entrenadores, directivos, padres ni futbolistas como responsables del sufrimiento que padecen aquellos jugadores con los que no se cuenta o se cuenta relativamente poco.
Simplemente son las reglas del juego, y en la competición impera el resultado. Pero me resisto a aceptar que ante el padecimiento de algunos jugadores de base no se pueda hacer nada.
Considero que la prevención es la clave, y esta pasa por la formación.
¿Qué cometido deberíamos tener todos los agentes adultos implicados en el fútbol?
Trabajamos con personas: un jugador de fútbol primero que nada, es una persona. La cuál tiene sus sentimientos, creencias, vivencias, situaciones familiares…por lo que hay que conocer, cuidar y mimar la persona primero, para después trabajar con el como futbolista.
Desde la escuela, el jugador debe conocer e interiorizar con normalidad que en fútbol hay diferentes roles (titular, suplente, no convocado), y que ello no implica que por que un jugador dispute pocos minutos no sea importante para el equipo o el entrenador. Al final, hay que aceptar las reglas del juego, y estas dictan que juegan 11, hay 3 cambios y 16 personas convocadas.
La transición de equipo social a equipo de competición debería ser paulatina, ya que si es brusca la persona no va a entender por qué pasa del todo al nada, del siempre al a veces o del siempre al nunca. En fútbol, podríamos copiar en parte el modelo educativo, pues en este, desde primaria se enseña a los niños que hay que hacer deberes, estudiar para los exámenes… de esta forma cuando llegan a secundaria o bachillerato ya están acostumbrados a las rutinas y normas académicas. ¿Cómo se sentiría un alumno que hasta bachillerato no ha tenido nunca ningún examen o tarea, y en esta etapa empieza a realizar 8 exámenes cada trimestre? Probablemente desbordado por la situación y por ende frustrado.
Ajustar expectativas: en muchas ocasiones, los padres y familiares de los jugadores, por nuestro cariño hacia ellos, les hacemos creer que todo lo hacen bien, que no se equivocan en el campo, que deben jugar siempre, que no es justo que sean suplentes, etc. Entiendo que el fútbol es un juego y algo lúdico, pero no por ello debe transmitir la idea de que las cosas se merecen o se tienen porque sí, pues al final, la vida no es tarea sencilla, y el fútbol base es una etapa formativa donde nuestros hijos van a aprender muchas competencias acerca de esta, pues el día de mañana puede que aun habiendo estudiado mucho, suspendan, que pese a estar muy cualificados no sean seleccionados en una entrevista de trabajo… y esto no debe ser motivo de tirar la toalla, al contrario de seguir peleando, algo que el deporte enseña muy bien.
Hablar con los jugadores y escucharles, no es perder tiempo, al contrario es invertirlo. En ocasiones, es más productivo conocer a cada uno de los integrantes de nuestra plantilla que el entrenamiento físico.
El factor humano es lo más valioso que tenemos en las escuelas de fútbol. Y por tanto, lo que más debemos cuidar, mimar y proteger.
La realidad del fútbol todos la conocemos, solo algunos llegarán a profesionales, pero como adultos implicados en su formación, tenemos la enorme responsabilidad pero también el privilegio de que los chavales amen el fútbol y el deporte, aprendan compañerismo, trabajo en equipo…y dejar una pequeña huella en su aprendizaje.
Fuente: María Valls y Javi Fontelles (castellonbase.com)