Esta es la frase con la que cada año me presento ante mis nuevos equipos de fútbol base.
Puede que suene a tópico, pero bajo mi forma de entender el deporte en temprana edad, diría que esta sentencia alude a la importancia de lo que para muchos es un simple "pasa-tiempo" y para otros, entre los que me incluyo, es la gran parte de una temporada deportiva, que no es otra que el entrenamiento.
Con esto no me estoy refiriendo a que el partido no tiene importancia (obviamente que la tiene, y con el paso de los años la va adquiriendo todavía más), sino que todo aquello que pretendemos que nuestros jugadores realicen, en poco más de una hora el sábado por la mañana, vendrá totalmente como consecuencia de un trabajo previo, planificado y practicado durante la semana previa a dicha "exposición".
Por tanto, es imprescindible inculcar la motivación en el entrenamiento, pues cuanta mayor sea esta, mejor se podrá trabajar, tanto técnica como tácticamente con los jugadores, pudiendo ver así el resultado y haciendo una valoración (en la que el resultado es simplemente un pequeño porcentaje de ella) durante esos minutos que pueden durar el partido.
Sería muy injusto, por tanto, juzgar o valorar el trabajo de un niño basándonos en los 20-30 minutos que puede llegar a jugar en un partido, habiendo estado previamente "preparándose" entre 2 y 3 horas durante la semana.
Así pues, valoremos más si cabe los días de entrenamiento, la planificación de las sesiones, el contenido y los objetivos de las mismas, así como el disfrute y la diversión por parte de los pequeños. Algo que siempre debemos pretender y autoexigirnos..
Fuente: David Ugeda (Coordinador Cantera Serelles-Unión Alcoyana Fútbol Sala)